Un conmovedor testimonio de un campesino de la tercera edad expone la impotencia y el grado de amedrentamiento y autoritarismo que, según él, ejerce Evo Morales en el trópico de Cochabamba.
El hombre relató que los habitantes de la zona se ven prácticamente obligados a participar en bloqueos de caminos, trasladándose varios kilómetros desde sus comunidades bajo la amenaza de una multa de 200 bolivianos o, peor aún, la pérdida de sus tierras. Mientras tanto, denunció que los líderes permanecen cómodos en sus casas o incluso divirtiéndose.
El analista político Vladimir Torres opina que esta actitud de violencia es promovida porque Morales y sus seguidores “no tienen nada que perder” y generar conflicto es su única estrategia para alcanzar intereses personales. Según Torres, utilizan a sus bases bajo el pretexto de luchar contra la crisis económica, manipulando las necesidades de la gente para sus propios fines.
Desde el momento en que se ordenan bloqueos, se coarta la libre circulación, se ataca a ambulancias, se cerca ciudades y se impide el paso de alimentos, las demandas dejan de ser legítimas y se convierten en delitos graves. Estas acciones, advierte Torres, pueden ser consideradas como terrorismo y sedición, al atentar contra la integridad del país.
La ambición por el poder ha desgastado el liderazgo de Morales, y si a esto se suma el factor económico, la población está más preocupada por su subsistencia que por apoyar movilizaciones.
El testimonio del campesino y el análisis de Torres reflejan una creciente frustración y un rechazo hacia estas prácticas en un contexto de crisis económica y social.
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